La piel es el órgano más grande de nuestro cuerpo. Con el paso del tiempo atenúa su capacidad para regenerar los elementos que le dan consistencia, elasticidad, brillo y tersura. La velocidad con la que se producen los factores de crecimiento necesarios para llevar a cabo sus funciones y conservar su estructura disminuye. La aplicación del PRP consiste en obtener de nuestra propia sangre los factores de crecimiento necesarios para que nuestra piel recobre su vitalidad y atractivo. Las plaquetas atesoran esas sustancias y al activarse las liberan para producir sus múltiples efectos.
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